​Hace ya algún tiempo que se viene hablando de la Web3 como una evolución del modelo de internet que hoy conocemos. Incluso hay quienes afirman que supondrá una gran revolución en la forma de entender y relacionarnos con la web.

La Web1 (o simplemente Web) consistía en compartir archivos y mensajes a través de internet, construida en base a hiperenlaces y a conexiones entre páginas o secciones, con poca intervención humana y basada en el consumo de contenidos

Después llegó la Web2 (o Web 2.0), en la primera década de este siglo, basada en el intercambio de información entre los usuarios, primando la interacción entre ellos.
Esta evolución estuvo (y aún está) caracterizada por una enorme cantidad de contenido para compartir, la hiperactividad del consumidor y las redes sociales.
En la Web2 los usuarios se convertieron en el producto, aportando una enorme cantidad de información privada que las grandes corporaciones aprovechan para comerciar con nuestra privacidad. El big data, el seguimiento de los usuarios y la identificación precisa de gustos y comportamientos a través de nuestras cuentas en las redes sociales, permiten a las empresas comerciar con datos de gran valor tanto para fines publicitarios como, por ejemplo, políticos.

Frente a esto, aparece la Web3, que basa su funcionamiento en una red descentralizada. Y se sustenta sobre tres principios: es abierta, no depende de un tercero para las comunicaciones y es colaborativa, una red en la que cualquiera pueda participar sin necesidad de recibir el permiso de nadie.

El nuevo paradigma que propone la Web3 busca potenciar al individuo mediante la descentralización de los datos que hoy en día están controlados por cada uno de los sitios donde uno navega habitualmente. Para ello, se sirve de la tecnología blockchain que aporta la transparencia y seguridad necesarias para que todos conozcan lo que sucede en la red, mediante la descentralización de los datos y la criptografía.

La principal ventaja de este nuevo modelo es que puede devolver el control al usuario, al plantear la posibilidad de que no haya ninguna entidad propietaria de la información, sino que cada usuario de la red sea dueño de sus propios datos y decida cómo, cuándo y para qué los quiere utilizar.

La arquitectura descentralizada busca solventar problemas como la confianza del usuario, la privacidad y la transparencia, que al utilizar redes blockchain de nodos descentralizados podrán validar transacciones criptográficamente seguras.

Los beneficios que la Web3 traerá al usuario se apreciarán especialmente en las redes sociales, permitiendo retomar el control de los datos personales, evitando que se vean comprometidos de forma repetitiva. En este sentido, Ya se están dando algunos pasos. Por ejemplo, el año pasado se presentó Follow, el primer protocolo social descentralizado para Web3 impulsado por blockchain y que tiene como objetivo hacer que los usuarios tengan un control total sobre sus propias identidades y datos sociales.